En mi libro «Érase un ratón«, un niño aprendía los secretos del bosque de un zorro sabio. El zorro le enseñaba a reconocer a los animales no solo por su aspecto, sino por su canto, sus huellas… y lo más importante, le enseñaba a cuidar de ellos y de los bosques. Pero el tiempo del zorro se acababa, y necesitaba un sucesor. Así, una vez le hubo preparado, nombró a aquel niño «Guardián» del bosque.
Un Guardián es un protector de la naturaleza. Un apasionado de los animales, un conocedor de sus secretos, un transmisor de sus historias. Hoy más que nunca, el mundo necesita Guardianes.
El lobo no es un demonio devorador de hombres, pero tampoco es un peluche adorable. La serpiente no es la encarnación del diablo, pero tampoco es un juguete. Los animales no son buenos ni malos, solo son animales salvajes, libres… compañeros de mundo a los que debemos respetar.
Un Guardián no solo los respeta, sino que los admira tal como son. En la Escuela de Guardianes transmitimos todo nuestro amor y admiración por ellos, para que seamos capaces de convivir y conservar su entorno, nuestro mundo.